El azafrán: el oro más valioso de Teruel
Su cultivo en nuestro país se está perdiendo con el paso de los años, aunque no podemos pasar por alto que una de las mejores especies de azafrán del mundo, según el Instituto Internacional de Sabor y Calidad (ITQI), procede de España; y exactamente de un pequeño pueblo turolense llamado Monreal del Campo.
El azafrán fue introducido a nuestro país por los árabes a mediados del siglo X pero no fue hasta la Edad Media cuando se extendió su consumo por toda la península y parte de Europa. Actualmente, España es el segundo país productor del mundo (tras Irán) gracias a su sembrado en La Mancha, Cataluña y Aragón.
Las características para su cultivo son primordiales. Se trata de una planta de media montaña que se cultiva entre los 600 y 1.000 metros de altura con unas condiciones climatologías de inviernos fríos y veranos calurosos.
Por eso, la tierra caliza de la Comarca del Jiloca y su clima de extremos ha hecho que el azafrán de esta zona, distribuido mayoritariamente por la empresa Jiloca Azafranes , esté tan valorado y haya sido galardonado por el premio Superior Taste Award del ITQI (2016) con clasificación de sobresaliente.
Monreal del Campo es una localidad de menos de 3.000 habitantes, situada a menos de 60 kilómetros de Teruel, que desde siempre ha sido conocida por su gran tradición en el cultivo del azafrán. Sin embargo, con el paso de los años esta cultura se ha ido perdiendo, y para que no pasase al olvido, en 1983 la localidad abrió las puertas del Museo del Azafrán, la única exposición monográfica que existe sobre esta planta en nuestro país.
“La idea de abrir el museo fue de Julio Alvar López, un etnógrafo zaragozano que planteó hacer distintos museos en Aragón donde se recogiesen los aspectos más características de las comarcas y el Ayuntamiento del pueblo aceptó”, explicaba Mari Fuertes, responsable de la exposición desde los años noventa.
El pueblo recibió gratamente la noticia y en seguida se volcaron con la causa. Un grupo de voluntarios se encargó de recoger las piezas que se expondrían en un principio en la primera planta de la Casa de Cultura y años posteriores pasarían al segundo piso.
“Ahora en el museo hay cerca de 300 piezas. Muchas se pueden ver en otros museos etnográficos porque algunos aperos son parecidos a los que se usaban en otros cultivos, pero también hay otros más específicos como los cedazos, las pesas, los platos en los que se esbrinaba o los manteles”, apuntaba Fuertes y añadía que las piezas que conforman la colección son principalmente donaciones de los vecinos del pueblo y que sin su colaboración abrir el museo hubiese sido “imposible”.
En los más de 300 metros donde están expuestos todos los aperos de labranza y secado, también se recogen dichos, refranes, jotas alusivas a la flor, fotografías y textos que van adentrando a los visitantes en el mundo de esta especia. “El objetivo de las visitas es que la gente salga de la sala conociendo la cultura y la importancia que el azafrán ha tenido en esta zona hasta no hace mucho tiempo.
Y por supuesto, poner en valor que en estos momentos el azafrán del Jiloca es el mejor del mundo”, matizaba la encargada del museo. En la provincia de Teruel el cultivo de esta especia gastronómica tan valorada ha caído paulatinamente a lo largo de los años, aunque ahora, según cuenta Mari Fuertes, se está intentando recuperar: “Es más fácil mantener que volver a introducir. Es un trabajo muy duro de recogida y esbrinado. Y aunque se intenta mantener un precio estable debería ser más alto. Además, las mismas características de cultivo están en otros países donde la mano de obra es mucho más barata”.
En los más de 300 metros donde están expuestos todos los aperos de labranza y secado, también se recogen dichos, refranes, jotas alusivas a la flor, fotografías y textos que van adentrando a los visitantes en el mundo de esta especia. “El objetivo de las visitas es que la gente salga de la sala conociendo la cultura y la importancia que el azafrán ha tenido en esta zona hasta no hace mucho tiempo. Y por supuesto, poner en valor que en estos momentos el azafrán del Jiloca es el mejor del mundo”, matizaba la encargada del museo.
En la provincia de Teruel el cultivo de esta especia gastronómica tan valorada ha caído paulatinamente a lo largo de los años, aunque ahora, según cuenta Mari Fuertes, se está intentando recuperar: “Es más fácil mantener que volver a introducir. Es un trabajo muy duro de recogida y esbrinado. Y aunque se intenta mantener un precio estable debería ser más alto. Además, las mismas características de cultivo están en otros países donde la mano de obra es mucho más barata”.
Publicado por Nerea Plumed el 4 noviembre, 2016
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