viernes, 12 de mayo de 2017

¡Sueños rotos!

Morir con 17 años.



Aún sigo impresionado y conmovido. Mucho.

La muerte de dos jóvenes de 17 años ayer en Madrid de un modo aterrador; cayendo por el hueco del ascensor desde un noveno piso porque una de las paredes se desprendió, es algo que no se asume con facilidad. No es digerible en un mundo, el nuestro, en el que morir con 70 años es ya una tragedia.

Y de hecho me está haciendo reflexionar sobre la muerte. Sobre el destino. Sobre la mala o buena suerte. Todos vamos a morir. Es una certeza matemática y aceptada (o no). Pero cuando alguien fallece en unas circunstancias tan increíbles como estas me surgen tantas preguntas…


La mala suerte.

Que se desprenda una pared de la cabina de un ascensor es algo surrealista. Nunca antes lo había escuchado. De hecho las posiblidades de sufrir el desplome de un ascensor es de 0,00000015% o lo que es lo mismo, una entre ciento cincuenta millones, imaginaos cuál será la de que se caiga una pared y el suelo. Para cotejar, os cuento que las posibilidades de que te toque el Gordo de Navidad es de 0,00001%, o sea, una entre cien mil.


Pero ayer, en Madrid, ocurrió.

Y a partir de aquí, me pongo a pensar en el sumatorio de circunstancias que se dieron, a cual peor, y ya me parece casi imposible. 

Aceptando que la pared se desprenda, ¿no podía haber ocurrido en el bajo o en el primero? 

No. En el noveno. 

¿No podía haberse desprendido a las dos de la madrugada, cuando nadie usara el ascensor?


No. A las cinco menos cuarto con dos jóvenes en su interior que comenzaban a soñar con un futuro; el de ambos.

¿No podía haber dado el aparato un leve indicio del mal estado antes de entrar?

No, el cacharo estaba prácticamente recién revisado.

Casi todos los chismes que se me han roto en mi vida me llevaban avisando tiempo. De acuerdo, acepto que hay fallos imprevistos pero, maldita sea, ¿tenía que ocurrir en un noveno? ¿En el día que terminaban sus estudios? ¿Y un fallo tan letal? ¿No podría haberse desprendido, por ejemplo, el techo, o haberse agrietado una de las paredes o…?


¿Somos conscientes de lo que tenemos?

A veces me sorprende la facilidad con la que vivimos sin pensar en lo efímero de nuestra existencia. Pasamos los días ensimismados en nuestros problemas, la mayor parte de ellos estupideces banales que olvidaremos en poco tiempo y no somos conscientes de lo maravilloso, la fortuna que tenemos de estar vivos. De despertarnos por la mañana y tener por delante otras 24 horas para decirle a la persona que tenemos al lado que la amamos, de gozar con la luz del sol, con la contemplación de la luna, con la llamada o el mensaje de un amigo.

Pero no.

La maldita fuerza de la costumbre nos hace postergar muchos de esos momentos para una mejor ocasión. ¿Y sabéis? Tal vez nunca llegue. Todo lo que estos dos muchachos tuvieran reservado para un mejor momento, ya no lo harán. Pobrecitos, Dios mío, solo tenían 17 años…

No hay mejor momento que éste, el presente. La vida y la muerte, ambas inesperadas y ambas no solicitadas.


Lo efímero.

Pasado mañana no serán noticia y se convertirán en olvido para la gran mayoría. Habrán pasado por la historia de puntillas, tan efímeros y breves como lo fueron sus vidas. Tal vez los traigamos de nuevo a nuestras mentes cuando se celebre el juicio y alguna empresa aseguradora se tenga que hacer cargo de una cochina indemnización que no consolará, ni un solo segundo, a dos familias que, desde ayer, nunca podrán recuperarse de esta tragedia.

Pero lo cierto es que una negligencia o un cúmulo de circunstancias, que no siempre las cosas tienen un responsable, han segado para siempre dos vidas llenas de ilusiones, sueños y futuros.


No perdáis un minuto y, hoy mismo, decidle a la gente que os importa precisamente eso, que os importa.

Belén, José, que el Señor os acoja en su seno y mande fuerza a vuestras familias. Ahora ya estaréis juntos para toda la Eternidad.


“Mis días fueron más veloces que la lanzadera del tejedor” ...
“más ligeros que un correo...
Pasaron cual naves veloces;

 como el águila que se arroja sobre la presa”



Destruirá a la muerte para siempre;
y enjugará Jehová el Señor toda lágrima de todos los rostros;
y quitará la afrenta de su pueblo de toda la tierra;
porque Jehová lo ha dicho.






Desde Alcorisa, el pueblo del Calvario
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Teruel, la provincia de los Amantes
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