lunes, 1 de enero de 2018

Jamás pensé que pudiera doler tanto...

A José Luis Iranzo Alquezar

#SiempreIranzo



¡Gracias!

No hay consuelo y haberle perdido es desgarrador... jamás pensé que algo pudiera doler tanto... pero no por ello debo dejar de dar las gracias a todos y a cada uno de los que en estos momentos tan difíciles estáis recordando con tanto cariño a José Luis.

Gracias y siempre gracias...
gracias de verdad...


A José Luis Iranzo Alquezar


No fue fácil la semana pasada. Nuestros sentimientos afloraron con el asesinato de José Luis Iranzo y los agentes de la Guardia Civil, Víctor Jesús Caballero y Víctor Romero. Una muerte sobrevenida de forma macabra que evidencia, entre otras cosas, la necesidad de mas efectivos profesionales, guardianes del medio rural, en los que no sólo confiamos, sino que también apreciamos y valoramos.


No voy a ocultar mis sentimientos y las lágrimas derramadas tanto de dolor, como de rabia, porque demostrarlos es humano, es bueno y es sano. José Luis mereció mucho en vida y lo merece ahora todavía más porque ha sido un ejemplo que debemos tener presente a partir de ahora. A él quiero dedicar estas palabras.


A José Luis Iranzo lo conocía desde hace más de veinte años. A pesar de nuestra diferencia de edad, nos ha unido, fuera de la relación profesional, una gran amistad y aprecio mutuo.


José Luis -el pastor- procede de una familia con grandes valores, de profundos sentimientos, hospitalaria, sencilla, humilde, honrada y leal; educado en el sacrificio, en el trabajo, en la formación en un sector exigente como es el primario. 


Si algo tengo que destacar de él es la sabiduría, el respeto y la bondad, virtudes que siempre han brillado en su relación con los demás. Su trayectoria, en lo personal y en lo profesional, ha sido una lección para la sociedad actual en crisis.


José Luis adquirió formación universitaria y volvió a casa para adaptar la explotación familiar a las nuevas exigencias que la sociedad va marcando. Siempre ha contado con el apoyo incondicional de su mujer, de su hermana, de sus padres y abuelos. Con ese respaldo incorporó los últimos avances tecnológicos, mientras daba un paso adelante en la defensa de agricultores y ganaderos en el ámbito sindical en el que desarrolló un trabajo nuevo y brillante; no sólo marcaba diferencia en este ámbito, sino que su carácter y simpatía le permitían realizar un liderazgo convincente, dialogante y saludable.


Cuando hablaba, todo el mundo le escuchábamos con máxima atención porque su discurso era coherente y creíble.


En este mundo, con experiencia adquirida a nivel local, provincial, autonómico, vecinal y de la Unión Europea, era sobradamente conocido, apreciado y valorado; nadie poníamos en duda el futuro profesional con importantes responsabilidades que le esperaba. Y entiendo que iba a ser así porque no sólo defendía los intereses agrarios y rurales, luchaba para el futuro de esta provincia con la convicción de quien cree en ella.


José Luis, como he señalado, no era un sindicalista al uso. La defensa de los territorios rurales, de las gentes sencillas era su bandera y no únicamente en el mundo agrario; por nuestra relación personal y profesional, trabajamos conjunta, discretamente y sin ruido en buscar alternativas de futuro y no quedarnos en la rutina y en la repetición. 


Él pensaba que era necesario buscar alternativas al agro actual, buscar otras oportunidades que creen empleo digno, que creen valor añadido, que creen riqueza para todos en la búsqueda de construir desde la base una sociedad más igualitaria.


Su humanidad, sus valores le permitían afrontar estos y otros retos más ambiciosos; su valentía le llevo a crear escuela en la defensa del medio rural; su sonrisa era para todos, animando continuamente, empatizando con cualquiera; su personalidad para mi ha sido una lección enriquecedora en sabiduría y valores.


Amigos y amigas, (estamos en vísperas navideñas), os pido que dejemos a parte todo aquello que nos separa de la fraternidad y el encuentro y recordemos la bondad y el valor de José Luis Iranzo. 


Y, como no, nos acordemos cariñosamente de su maravillosa familia. 







Desde Alcorisa, el pueblo del Calvario
y del mejor aceite de oliva virgen extra "Alcorcí"
Teruel, la provincia de los Amantes
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